sábado, 5 de noviembre de 2016

Justo Díaz, Capitan Cristero de Copala Jalisco.


LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA

Spectator

LIBRO CUARTO
Los días de mayores penalidades
(Del 27 de abril, a los primeros días del mes de agosto de 1927)
Capítulo octavo
Sin parque. Victorias inreibles.

COMBATE GLORIOSO:
VEINTE CONTRA QUINIENTOS

En las faldas occidentales del Nevado se encontraba el jefe libertador Ramón Cruz, quien, como no tenía sino únicamente carabinas de cacería, ya casi sin parque, vivía en aquellas faldas elevadas con el fin de no verse obligado a combatir con el enemigo a cada momento. Pero en aquella mañana el enemigo avanzaría por ahí y había que luchar, puesta la confianza en Dios. Se escogió el lugar a propósito y se esperó el momento oportuno.
Entretanto las filas enemigas, fuertes en cerca de quinientos hombres, subían. Tomaron el fondo de una pequeña barranquilla, cubierta por el espeso bosque, y, haciendo gran algarabía que se escuchaba a distancia, avanzaban sin cuidado. Los libertadores no pasaban de quince y ninguno de ellos contaba con más de ocho cartuchos: ¡Dios proveería!
En silencio, invocando al Señor Dios, que da el triunfo en las batallas según sus designios, seguían esperando... El ruido se acercaba; luego, apareció la columna, a cincuenta metros de distancia. Siguieron esperando, y los soldados callistas avanzando y jactándose en voz alta de todas las iniquidades que habían cometido en Huizome, Jal., el día anterior, y gozando de antemano con lo que esperaban hacer en Zapotitlán, Jal.; pero la Mano de Dios estaba allí, marcando un límite y, cuando ya estuvieron a seis u ocho metros de distancia de los libertadores, resonó de improviso el ¡Viva Cristo Rey! de los cristeros, tan espantoso para los soldados de la persecución, en tanto que una descarga uniforme hacía caer por trerra a más de una docena de soldados callistas. A continuación, una segunda, y luego una tercera. La fuerza del combate duró breves minutos, y en ellos la sangre de los perseguidores corrió por el suelo, pues fueron más de sesenta los que perecieron.
Cuando los soldados cristeros de Ramón Cruz dispararon el último cartucho, escaparon por entre la espesura del bosque, completamente ilesos.
VICTORIA DE COPALA, JAL.
Entre tanto el Gral. callista Manuel Ávila Camacho, a quien los libertadores habían derrotado en Santa Elena tres días antes, reforzado y rehecho, hacía una nueva tentativa por llegar a Zapotitlán, Jal., ahora por el camino de Copala, Jal., pueblecito que se encuentra al noroeste. Allí trabó combate con el capitán libertador Justo Díaz, quien, al frente de unos 20 soldados suyos, derrotó a las fuertes columnas enemigas, haciéndoles como veinte o veinticinco muertos. Por parte del capitán Díaz, sin novedad.
Con estas dos últimas derrotas infligidas a los callistas al mismo tiempo y en rumbos opuestos, decidieron éstos retroceder y desistieron, por lo pronto, de avanzar sobre el católico pueblo de Zapotitlán, Jal.
Las fuerzas de Jalisco retrocedieron a San Gabriel y Sayula, y las de Colima regresaron a su cuartel de procedencia, ambas duramente escarmentadas, pues entre muertos y heridos, sufrieron más de 300 bajas en los cinco combates que hubo que librar.
En cambio, por parte de los cristeros, casi sin elementos de guerra, no hubo sino los nueve muertos y el herido del grupo de Natividad Aguilar, en el combate del domingo 22, en Santa Elena.
FATAL ESCASEZ DE MUNICIONES
Mas los libertadores, en tanto, ya estaban materialmente desprovistos de elementos de guerra, y en esas condiciones no podían permanecer reunidos en Zapotitlán, Jal.; era menester diseminarse en pequeños grupos y permanecer ya aquí, ya allá, al uso del jefe cristero Ramón Cruz que habitaba en los bosques de las faldas occidentales del Nevado, para evitar los frecuentes y fuertes combates que en aquellas condiciones no era posible afrontar.

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NOTA: Este material se utiliza solo como referencia cultural  y reconozco  que  está protegido por el derecho de autor.
Pertenece al autor intelectual del libro ‘LOS CRISTEROS DEL VOLCAN DE COLIMA”
Atte. J. Noé Rosales.

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